Sentir hormigueo o que “se duermen los brazos” es una experiencia común que puede generar preocupación, especialmente cuando ocurre de manera frecuente o prolongada. Esta sensación, denominada en términos médicos como parestesia, puede manifestarse también en otras extremidades, como las manos o las piernas, y aunque en la mayoría de los casos responde a causas benignas, en ciertos contextos puede ser señal de problemas graves de circulación o incluso de alteraciones neurológicas importantes.
Causas habituales del adormecimiento y hormigueo en los brazos
La explicación más frecuente para el adormecimiento de los brazos es una compresión transitoria de los nervios debido a una postura incorrecta durante el descanso o al permanecer mucho tiempo en la misma posición. Esta presión anómala interrumpe temporalmente el flujo sanguíneo y la función nerviosa en la zona afectada, generando la molestia que suele desaparecer tras unos minutos al cambiar de postura.
Otros factores habituales incluyen:
- Apoyar el brazo bajo la cabeza, el cuerpo o la almohada al dormir.
- Dormir con la muñeca o el codo curvados durante mucho tiempo.
- Cruzar las piernas o flexionar las extremidades de forma mantenida.
Estos casos generalmente se resuelven de manera espontánea y no suelen implicar riesgos para la salud a largo plazo, salvo que la sensación se vuelva persistente, intensa o se acompañe de otros síntomas, lo que justificaría consultar al médico.
¿Cuándo el hormigueo es una señal de un problema circulatorio?
No obstante, el hormigueo frecuente o persistente en brazos y piernas puede indicar la presencia de mala circulación sanguínea. En este contexto, la sensación resulta de un aporte insuficiente de sangre hacia los tejidos por obstrucción de las arterias debido a depósitos de grasa (aterosclerosis), problemas cardíacos, o enfermedades vasculares.
Entre los síntomas de alerta por problemas circulatorios se encuentran:
- Entumecimiento y hormigueo persistentes en las extremidades.
- Calambres frecuentes en pies y piernas.
- Cambios en el color de la piel, que puede tornarse blanquecina, azulada o presentar manchas marrones (dermatitis ocre).
- Engrosamiento o cambio de color en las uñas o aparición de eccemas en la piel.
Estos signos requieren atención especial, ya que pueden reflejar un flujo sanguíneo crónicamente deficitario, con riesgo de complicaciones severas como úlceras, necrosis tisular e, incluso, patologías cardiacas subyacentes.
Otras causas a considerar: más allá de la circulación
Aunque la insuficiencia circulatoria es un motivo relevante, existen otras causas potenciales de parestesia que es importante diferenciar:
- Compresión o daño nervioso: Lesiones, hernias discales o síndromes de atrapamiento, como el síndrome del túnel carpiano, pueden provocar entumecimiento y hormigueo localizada en manos y brazos.
- Trastornos metabólicos: Enfermedades como la diabetes mellitus, que deterioran la función de los nervios periféricos.
- Déficit vitamínicos: Carencia de vitaminas del grupo B, esenciales para la salud nerviosa.
- Enfermedades autoinmunes o inflamatorias: Como esclerosis múltiple o vasculitis.
Cuando el hormigueo es persistente, bilateral, va en aumento, se acompaña de debilidad muscular, pérdida de sensibilidad o afecta otras funciones corporales, la valoración neurológica resulta fundamental para descartar afecciones graves.
Qué hacer y cuándo consultar al especialista
Frente a la aparición ocasional de brazos dormidos o sensación de hormigueo por malas posturas, basta con movilizar la extremidad y evitar posiciones que compriman los nervios o vasos sanguíneos por periodos prolongados.
Sin embargo, se recomienda buscar atención médica de inmediato si:
- El hormigueo persiste más allá de unos minutos tras corregir la postura.
- Hay dolor intenso, debilidad, dificultad para mover la extremidad, cambios de color en la piel o las uñas.
- El adormecimiento se presenta de forma recurrente y sin causa aparente.
- Se acompaña de síntomas como pérdida de visión, dificultad para hablar, parálisis facial o confusión.
Un diagnóstico temprano permite descartar patologías potencialmente graves, como accidentes cerebrovasculares, neuropatías o enfermedad vascular periférica.
Mantener un estilo de vida saludable es clave para prevenir problemas de circulación. Esto incluye una alimentación equilibrada, ejercicio regular, control del peso y evitar el tabaquismo. En caso de antecedentes familiares de enfermedades vasculares, diabetes o hipertensión, se recomienda un control médico periódico.
El cuerpo suele emitir señales de alerta; aprender a reconocerlas y consultar a tiempo podría marcar la diferencia en la detección precoz de enfermedades graves.